Thursday, March 29, 2007

 

El nazismo como kitsch

Después de la ética del mal debemos ocuparnos de la segunda cariátide del nazismo: el kitsch. En caso contrario, se nos escapará el sentido último y más profundo del genocidio.

Aspernicus acota este concepto del modo siguiente: nada creado por primera vez puede ser kitsch. El kitsch supone siempre una imitación de algo cuya autenticidad resplandecía en la cultura de su tiempo, pero que fue repetido y pulido tantas veces que finalmente se desgastó. Una versión tardía, una copia chapucera de una obra de arte magistral, corregida por imitadores sin imaginación, que desfiguran las formas y colores del original, que ponen cada vez más pintura y barniz para contentar gustos cada vez más mediocres, porque el kitsch emperifollado, presumido, ostentoso, generalmente supone un final de camino y constituye una degradación trabajada con esmero, en todos sus detalles, una composición de estado de estreñimiento esquemático. Normalmente un esbozo no puede ser kitsch, ya que le da al ojo que lo mira la oportunidad salvadora de agregar algo de su parte, cosa imposible en el caso del infalible kitsch. En el kitsch, el llamado mal gusto consiste en la involuntaria ridiculez y pomposidad de unos símbolos inflados hasta el límite. El kitsch, como esencia del estilo nazi, se manifestaba a través de cualquier iniciativa.

(...)

Bañados en tripas humanas hasta las rodillas, chapoteando en el matadero, ¿cómo y a quién iban a imitar para no perder de vista sus aspiraciones? El camino más asequible para ellos, el del kitsch, los llevó muy lejos, hasta el mismo Dios… El severo Dios Padre, por supuesto, no ese llorica, Jesucristo, Dios de la piedad y de la salvación a través del sacrificio.

¿Cómo se debe representar a la gente en el juicio final? Desnuda. Y así era también este juicio: por todas partes se extendió el valle de Josafat. Desnudas, las víctimas iban a desempeñar el papel de los acusados en un drama en el que todo estaba falsificado, desde las pruebas de su culpabilidad hasta la justicia del tribunal, todo excepto el final. Esta última mentira era verdad, ya que iban a morir de veras.

Provocación. Stanislav Lem






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