Thursday, December 07, 2006

 

Delicada mercancía mental para Herr Freud

Tal vez nunca te hayas preguntado sobre los distintos métodos de pelar una naranja. Hay, básicamente, dos: hacerlo con las manos o con un cuchillo.

Para mi padre, y esto se lo tomaba muy en serio, sólo era aceptable hacerlo de la segunda forma. Pero para mí, coger un cuchillo a los siete años, y hacer la redondez precisa sobre la parte de arriba, despegar la primera monda y luego seguir haciendo incisiones, cuanto más simétricas las partes resultantes, mejor, comprenderás que era un poco coñazo a la par que dificultoso.

Me temblaban las manos. A veces tomaba otra vez la naranja y lo miraba con ojos suplicantes pensando que quizás me dejara hundir los deditos en la piel y mancharme con el jugo.

Resulta que un día se vino a cenar una amiga del colegio. Y de postre, naranjas. La alegría al ver que la niña despedazaba la fruta, prácticamente de una manera animal y espontánea, me embargó.

Mi padre cogió el cuchillo y con él dio un golpe contra la mesa, a modo de advertencia. Yo sonreí y mondé con las manos la naranja. Aquello era un desafío. Pensaba: “no tendrá huevos de decirme nada en presencia de esta niña”.

Pero me cogió del brazo y me arrastró hacia la habitación de matrimonio. Habían estado ordenando el armario y todos los cajones estaban sobre la cama. Me empujó y sentí cómo se clavaban las aristas de las cajas de madera sobre mi espalda.

O sea, que a golpe de mano abierta, me dio una lección sobre la metodología del arte de mondar naranjas.

En la actualidad, para paliar la carencia de vitamina C en mi organismo, escojo las opciones del zumo en tetrabrick o las pastillas. Ambas propuestas son eficaces aunque, desde luego, no tan frescas.






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