Tuesday, December 19, 2006

 

La última horchata de la temporada

Suele ser a principios de noviembre cuando dejan de servirla fresca y en las buenas horchaterías te mirarán con gesto socarrón si vienes reclamando un vaso después de esa fecha. Porque para algo están los puestos de castañas y boniatos calientes y a ninguna persona decente le apetece una horchata a menos que no pueda controlar su triste adicción a la chufa.

La última me la tomé allá por septiembre, una fecha todavía lógica, en una horchatería cerca del Mercat de Sant Antoni.

Nos sentamos cinco personas en una mesa y Lolo contaba entre sorbos que un chapero que conocía, también llamado Manolo, estaba ahora trabajando de guardia jurado en Ikea.

Hace unos años, en los ochenta, cuando estaba en Sitges con un cliente, este último dijo que iba a comprar el periódico, riéndose, para ver si le había tocado la lotería.

Y le tocaron cien millones. Entonces, Manolo se enamoró perdidamente de él y el ex cliente le pagó un piso en Montjuic.

Dejó de putear pero tenía muchos problemas para empalmarse si no había dinero de por medio. Probó a ir al psicólogo porque no conseguía follar de una manera normal, parecía que únicamente le gustaban los rabos de viejo; sólo se trempaba si la otra persona le daba verdadero asco.

Ahora Lolo cree que ha vuelto a putear porque ese traje de guardia jurado le va muy bien para lo suyo.





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