Thursday, March 22, 2007

 

Concurso de besos


Fueron al centro comercial. En la entrada había un barco pirata pequeño y de madera lleno de críos. Un cartel en letras rojas rezaba: concurso de besos. Una animadora vestida de tabernera y con muy pocas ganas de estar ahí, instaba a los niños a subirse a la proa. A ellos les colocaba un parche, a ellas una corona de princesa. Cuando llegaba su turno, se daban un beso rápido y corto en la mejilla, a veces en los labios.

- No sé si te has fijado- dijo él- pero no cierran los ojos.

- ¿Y qué?

- Que tú siempre cierras los ojos.

- Es más romántico.

- Y una mierda romántico.

- Bueno, tú también los cierras muchas veces.

- ¿Cómo demonios puedes saberlo?

- No sé, pero yo creo haberte visto.

- Es imposible.

La animadora acababa de separar a dos niños que se habían quedado pegados. Bueno, bueno, ya vale, decía entre risas. Seguramente era lo más divertido que le había pasado esta semana.

Avanzaron hacia la entrada del supermercado y él metió el euro en un carrito.

- Y cuando follamos ni siquiera me miras.

- Joder ¿qué te pasa hoy?

- Siempre quieres hacerlo por detrás.

- No siempre.

- Últimamente sí. Me preguntó en quién cojones estás pensando mientras muerdes la almohada.

- No pienso en nadie, por Dios, Jorge. Ya sabes que no me puedo correr de otra forma.

- Pues deberías empezar a aprender.

Pasaron por el pasillo de parafarmacia. Ella metió un champú anticaspa en el carro mientras le miraba fijamente a los ojos.

- Eres una zorra.

Hizo como si no lo hubiera oído y se fue a buscar la comida para el perro. Mientras, él abrió una de las latas de cerveza y se bebió la mitad de un trago. Era la primera vez que de veras se lo estaba tomando en serio. ¿Quién podía ser? El hijoputa del banco, seguro. Siempre estaba diciendo las buenas maneras que tenía y todo eso. Con sus finas y blancas manos amasando pasta. Se acabó la lata y abrió otra enfrente del guardia de seguridad, que no le dijo nada.

La cajera iba pasando todos los productos por la máquina beep-beep. Por último, le entregó las dos latas vacías de cerveza mientras ella se llevaba las manos a la cabeza e intentaba sonreír, metiéndolo todo en las bolsas.

- ¿Tienen tarjeta de puntos?

- No, pero si hacéis descuento a maridos cornudos, seguro que nos sale casi gratis.

- Je-je. Son sesenta y cuatro con treinta.

Ella pagó en efectivo y se fue corriendo al parking sin mediar palabra. Jorge cogió el carro, solo, y pasó de nuevo por delante del barco pirata. Estaban dando los premios.

- ¡Y los ganadores del concurso de besos son…! ¡Clara y Fran!

Iba a comprar unas coronas doradas de cartón como las que les estaban poniendo a los dos niños en sus cabezas. Justo como ésas. Esperaría a que la animadora bajara a tierra y le preguntaría dónde podía conseguirlas.






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